Han pasado poco más de dos mil años, y no habéis aprendido. Tenéis miedo del “otro”, al que llamáis el contrario, y por ello vuestro corazón sigue cerrado. Ya algunos de los discípulos distorsionaron la enseñanza que transmití entonces, esforzados en crear un imperio que haciéndose grande llega hasta vuestros días.
Os hablé de unión, no de competencia. Y etiquetándoos con títulos, margináis a otros creyéndoos más grandes. Os hablé de hermandad, no de jerarquía. Pero empeñados en el estatus y en el escalafón social, político, eclesiástico, profesional… únicamente dais vueltas alrededor de vosotros mismos cerrados en vuestro egoísmo, sin llegar a comprender nunca al “otro”, al que no piensa como vosotros. Es ayudar al desvalido a convertirse en autosuficiente en un acto absolutamente desinteresado; no perpetuar su escualidez para consolar la auto-vanidad en un acto de redomado interés propio egocéntrico y comercial, por muy disimulado que logréis ocultarlo.
Mi enseñanza es muy sencilla y clara.
¿Por qué la tergiversáis hasta no comprenderla en absoluto?
Crímenes de la Iglesia Católica
contra Nativos en Canadá…muchas veces me pusieron este grande viejo cono blanco que decía: “BURRO”. Y yo no sabía qué significaba. No sabía inglés. Me lo ponían y me hacían llevarlo a todos lados. Y los niños se reían de mí.
La enseñanza que os transmití no ha cuajado en absoluto. O al menos muy pocos la viven. Y a través de las generaciones, por aquellos que mucho presumen en comprenderla, todavía se ha tergiversado más, perdiéndose su auténtico perfume. De hecho, los que os creéis dueños de ella, hasta el punto de convertirla en negocio y guerra, sois los mismos que me sacrificasteis. El Amor no puede poseerse, sólo dejar que Él nos posea. Si os atrevéis a mirarlo, contemplar la verdad de muy cerca, con honestidad completa en uno mismo, observad cómo está el Mundo ahora, qué tipo de vida os habéis impuesto, de lucha y pugna, conflicto, y comprenderéis la morbosa contradicción de la que os estoy hablando, en la que os encontráis presos y ciegos sin conocer esa misteriosa flor, el amor incontaminado.
Cuando el corazón está verdaderamente abierto y por ende la mente vacía y libre, no se necesita en ningún sentido presumir ante los demás haciendo propaganda, ni convencer a nadie de nada que no sea que cada uno ha de descubrir y comprender el amor por sí mismo sin influencia externa ninguna.
Pensáis que el amor es una cosa. Creéis que es un logro. Algo en lo que podéis practicar y ejercitar a partir del deseo y la voluntad propia para conseguirlo. Sin embargo estáis equivocados, pues el amor es una cualidad muchísimo más sutil que el aire, incluso, tremendamente más impalpable que el vacío. Él es una cualidad de la creacionalidad palpitante y viva. Ninguna explicación, incluso esta, puede describirlo. Sólo el corazón conduciendo a la mente puede llegar a tener un atisbo de lo que esa flor es en esencia. Más si es el cerebro con su intelecto el que domina, convirtiendo al corazón en su lacayo, es la confusión, en definitiva el mito, lo que tomará el control de vuestros actos y comportamiento. Quedando atrapados en la creencia, espiritual o materialista, no importa, hipnotizados con la fe, sugestionados a un sueño sentimentalista. El corazón lleno de humo, sin arder en la auténtica llama del amor desconocido. Que es en lo que os encontráis ahora, confusos y heridos. Todavía el esfuerzo que realizáis por manteneros oculto tal sufrimiento.
La mayoría sabéis, y más especialmente en vuestro tiempo tendría que ser mucho más claro, que yo hablé con parábolas, una especie de alegorías, por lo cual, la lúcida inteligencia debería haceros ver que no podéis comprenderme tomándome al pié de la letra, pues lo importante es el significado que subyace a las explicaciones metafóricas, y no las explicaciones en sí mismas, que es lo que la mayoría os repetís maquinalmente de continuo en el cerebro. Es así que el significado, el sentido profundo de lo que os quise hacer comprender, no fluye en vuestro comportamiento. Es actuar sin la necesidad de tener que pensar en ese significado, mientras vuestra acción se desarrolla surgida de la comprensión muy honda de su sentido, y no meramente de las palabras repetidas resonando en un corazón hueco, y con temor en un cerebro asustado, con miedo a la muerte.
Con todo esto, que abrevio en demasía, he de insistir en lo primero. Yo no escribí nada, y de lo que hice y dije todo os llega por lo que los discípulos y seguidores han ido explicando desde sus puntos de vista y traduciendo a partir de lo que a cada uno le reconfortaba. Si bien algo de verdad puede llegar entre tanta mixtura borrosa, en ocasiones muy contradictoria, si estáis verdaderamente interesados en descubrir esa profunda cualidad creacional de la que ahora desconocidos de ella sólo podéis soñar sus efectos, tenéis que encontrar la flor en vuestro corazón abierto deleitándoos de una mente vacía sin amarras que no impida embriagaros de la plenitud de la existencia. No porque yo o cualquier otro lo diga, sino porque uno mismo desde muy adentro, descubra si precisa vehementemente sintonizarse al cien por cien en la totalidad bullente que es la misma vida.
El desconocido lenguaje del corazón, es incomprensible para el intelecto,
cosa que después de tanto tiempo todavía no habéis aprendido.
Rico PAR, 20 de mayo de 2013, 19:32:49